el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos o nos derrumbamos con el mundo. lo normal se ha vuelto delirante, a todo lo que es diferente, lo quieren hacer igual.
dios creó al hombre a la imagen de su trastorno.
la indiferencia es el veneno que paladeamos. este tiempo a puesto al descubierto nuestra vida funcional e incoherente. un virus derribo todo nuestra certeza, nos hizo temblar y caer, desencadenó en nuestro interior el despertar de los malos espíritus que tapábamos con la rapidez y los trabajos, nos arrebató lo que pensábamos que amábamos y nos mostró la caducidad de muchas cosas que creíamos permanente.
lo que habíamos perdido es el latido en nombre del funcionamiento. perdimos el jugar con los hijos en nombre de todo lo que le comprábamos para luego no poder jugar con ellos, llegar por la noche y darle un beso cuando ya estaba dormido.
estamos parados siempre sobre un abismo, habíamos olvidado nuestra fragilidad. hoy la vida impone su ritmo.vivir es afrontar un rostro desconocido.
¿y si la vida nos quiere contar otra cosa?
la sobre interpretación de lo que está pasando nos aleja de lo que pasa. tendríamos que abandonar todas las certidumbres, abandonarnos, volver a la desnudez, volver a donde la vida todavía tiembla, a lo intimo, a la creatividad, al contacto con la vida, y que el aburrimiento y la angustia sean la clave del redescubtimiento del asombro, la gratitud, la serenidad, en una época que está focalizada en el diagnosticar el malestar, lejos de maravillarse con lo existencial.
se critica pero no se cambia, se piensa que se está haciendo diferente, pero se está haciendo igual. aún no hay nada que no estuviera antes. quizás no hacer nada, es el pecado original. somos fantásticos en darnos cuenta y en criticar, pero a la vez somos impotentes en crear. la capacidad ha sido de crítica, no constructiva. lo que no sabemos es cambiar esto por otra cosa.
habíamos dejado que la margarita, en su dura soledad, velara sobre la nada.
algo nos remece y nos obliga a replantearnos y hacernos preguntas. la primera tentación no fue la de cristo, es la de sobre interpretar siempre lo que ocurre, y ahí tenemos los discursos apocalípticos delirantes. podríamos dejar que esta realidad hable, se muestre, se manifieste, y que las cosas coincidan con lo que son, desnudadas de toda apariencia. darnos cuenta y tener la oportunidad tal vez, de poder observar lo que en una situación normal no veíamos, o no queríamos ver, y que ahora se ven amplificadas. quizás es tiempo de volver a relacionarnos con las vida escuchándola, volver a demorarnos, a borrar en ella, a generar sentido, significado, que acontezca un nuevo genero, una manera nueva de narrar y contarnos las historias que no nos hemos contado nunca. volver a valorar lo que habíamos perdido, el contacto.
que la vida no se aleje del temblor de los jazmines y del silencio de los ríos. que volvamos a ser niños y tener tiempo para ver llover. que ante el llamado de la tierra ardiendo, hay que descalzarse y andar desnudo, construir un mundo donde todavía lo sagrado tenga donde latir. aceptar el vacío, la nada, el blanco. que todo cuanto queremos crear está ahí. construir con la necesidad de esa paciencia, la de la gota de agua, la de una atención ininterrumpida, una lentitud y un silencio interiores donde nos borremos por completo de las viejas actitudes y lógicas, para permitir que la vida se diga a sí misma, y que el mundo se escriba por sí solo.
tendríamos que ofrecer, ofrecer anterioridad, ofrecer algo que está antes de que todo estuviera ya dicho. ofrecer el antes de que dios dijera. ofrecer, donar y ofrendar lo inaccesible a la razón, transmitir la anterioridad, ofrendar no un pasado, ofrecer un por vez primera, no el origen, el originar.